La pandemia como oportunidad para la sostenibilidad
La pandemia ocasionada por el Covid-19 ha concentrado la atención de los medios y sociedades durante el último año. Sin embargo, problemas como el cambio climático, la pobreza o la desigualdad han seguido aumentando. Siendo el principal motivo de preocupación cotidiana, el virus ha mostrado como nunca antes los impactos que tiene la actividad humana en el medio y las disfunciones del sistema actual, y ha sacado a la luz la necesidad de encaminarnos de manera renovada hacia la sostenibilidad.
El año 2020 ha mostrado la obsolescencia de las estructuras del sistema. El Covid-19 ha absorbido toda la atención política, mediática y popular, pero los problemas de siempre han seguido aumentando. La pobreza y la desigualdad se han agravado, la lucha contra el cambio climático ha quedado aplazada, los derechos de mujeres y migrantes, entre otros, han sido apartados, la división urbano-rural se ha acentuado y las ideologías más radicales han encontrado su espacio en la arena pública.
La pandemia ha sido un agravante de las diferencias socioeconómicas que aparecen entre las distintas partes del mundo, sobre todo porque los pobres son más pobres. Acceder a productos de primera necesidad y contar con sanidad y educación de calidad, se han convertido en retos todavía más complejos para los sectores más empobrecidos de la población mundial. La existencia de nuevas prioridades a nivel mundial no justifica el abandono de las prioridades previas a la aparición del virus, debido fundamentalmente a la interconexión que existe entre ambas.
El virus también ha provocado que la emergencia climática pase a un segundo plano, y el tiempo de reacción cada vez es menor. A pesar de una caída en las emisiones de gases a la atmósfera de en torno a un 7%, se ha producido un aumento de la demanda de agua, una enorme producción de residuos debido al consumo de mascarillas y otros productos, etc. También se han abierto amplios debates sobre la pandemia y el espacio urbano: las ciudades han sido el principal espacio de contagio del virus y el escenario de manifestaciones racistas y brutalidad policial.
En líneas generales, la pandemia ha provocado fuertes tensiones entre los principales retos de la humanidad; ha hecho que se tambaleen definitivamente los cimientos de la sociedad internacional y del modelo de consumo actual. Pero también ha abierto un periodo de reflexión y una oportunidad para replantearnos cuáles deben ser nuestras prioridades si queremos verdaderamente gozar de un futuro sostenible y responsable.
Un paso importante para la sostenibilidad pasa por la redefinición del espacio público. Según Mike Davis, en 2050, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades: las ciudades deberán estar más conectadas a políticas ecológicas, y la movilidad en y hacia las mismas deberá ser más segura, promoviendo el turismo responsable y el funcionamiento de las mismas en las distancias cortas. Para ello, se torna indispensable la promoción del comercio sostenible y la soberanía alimentaria, incentivando el consumo desde una perspectiva local y defendiendo el valor de la cercanía, sin renunciar a los beneficios de lo global. La pandemia también nos ha permitido terminar de ser conscientes de la necesidad de implantar modelos basados en la economía verde, fundamentados en la caída de las emisiones, la protección del medioambiente y la inclusión social en el proceso hacia el cambio.
En cuanto a las emisiones de carbono, y aunque se haya producido una reducción de las mismas durante el confinamiento, el ejemplo de los países del G20 refleja la cruda realidad: estos países invierten un 50% más en energías fósiles que en renovables. Se puede afirmar que la recuperación que haya tenido el planeta durante la pandemia es, a fin de cuentas, irrelevante. En una entrevista para El País, Maimunah Mohd Sharif, Directora Ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, mencionaba que “planificar para la resiliencia ayudará a proteger y mejorar la vida de las personas”, con especial énfasis en corregir la pésima planificación urbana que existe en la actualidad. Es necesario reducir por completo la huella ecológica para el planeta, promoviendo iniciativas de triple impacto que garanticen la salud de los ecosistemas. Todo ello es además importante para evitar futuras pandemias como la del Covid-19, ya que estas son fruto de la zoonosis, originada por la destrucción de los entornos y ecosistemas naturales.
A su vez, la acción y solidaridad ciudadanas han sido pilares centrales en la gestión de la pandemia. En el futuro, los gobiernos y ayuntamientos deben institucionalizar y dar amparo a las iniciativas ciudadanas como medio de respuesta efectivo a las necesidades de la población. Con el apoyo de las ONG, la ciudadanía ha demostrado que nadie mejor que ella conoce las necesidades reales de los vecinos de cada entorno; es importante generar lazos sociales entre los habitantes de los distintos lugares del planeta para hacer frente a situaciones de crisis futuras y poder frenar la expansión de ideas antidemocráticas e inmorales.
Por último, la pandemia supondrá también un reto para la sostenibilidad de la ayuda humanitaria. Según la ONU, 235 millones de personas necesitarán ayuda humanitaria para poder superar el 2021 de forma digna, lo que supone un aumento del 40% respecto al año pasado. La solución pasa por un sistema fundamentado en la gobernanza global y una financiación del desarrollo sólida y eficaz. Los presupuestos destinados a la cooperación no pueden seguir cayendo; se necesita un compromiso fuerte que garantice medidas efectivas y que sirva para cubrir las necesidades básicas de toda la población.
Tras tres meses de confinamiento y otros seis de restricciones y normas, se ha hecho aún más evidente que se puede poner fin a la insostenibilidad si existe la voluntad y se toman las medidas oportunas. El virus ha mostrado la obsolescencia de las estructuras del sistema actual y mientras tanto, la fecha límite para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se acerca peligrosamente. Se debe redefinir el concepto de desarrollo e incluir realmente en él la sostenibilidad, pudiendo detener así por completo las presiones que ejerce el “progreso” y la actual actividad humana sobre el planeta y su población. Por supuesto que la post-pandemia puede ser una oportunidad; el mundo se ha paralizado y ha tenido suficientes horas para reflexionar, por lo que en este nuevo arranque para la humanidad se presentan infinitas posibilidades para comenzar a hacer bien aquello que nunca fuimos capaces.
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